27 ago 2014

La máquina de coser de mi madre

Una Wertheim, modelo  R.B.C. 43



Esta máquina ocupó un espacio importante en la casa de mis padres, cuando mis hermanos y yo éramos niños. Primero fue una máquina con su tablero y su pedal al aire, tal y como mandaban los cánones.


Haciendo uso de la memoria familiar, creo que debe de ser de los primeros años de la década de los 50; al menos en nuestro caso tenemos la certeza de que se adquirió en el año 1955, cuando nació mi hermano.

Pero mi madre que sólo cosía de forma ocasional –supongo que fundamentalmente en los cambios de temporada-, decidió mudarla de lugar y empotrar su cabeza en un mueble, siguiendo una costumbre de la época con el fin de ganar espacio en las casas. Además, le añadió un pequeño motor, lo cual facilitaba notablemente la tarea. Esto calculo que debió de ser al principio de los 70.



Esta máquina de formas absolutamente sobrias se aleja de aquellas otras torneadas y de curvas suaves como la que había en casa de mi abuela en una época ligeramente anterior; la nuestra respondía a la estética de un tiempo en el que se imponía la austeridad y se remarcaban las líneas rectas.

Se usó durante bastantes años, pero poco a poco, y según íbamos entrando en la adolescencia, la máquina fue moderando su actividad: mi madre solía decir que casi salía más a cuenta comprar la ropa hecha y, sobre todo, le complicábamos menos la vida porque cuando las hijas se hacen adolescentes el nivel de exigencia e intransigencia suele ser alto.


Al cabo de muchos años decidió desprenderse de ella y me la ofreció, pero mis intereses de entonces navegaban lejos, muy lejos de las agujas…



Pero por suerte quedó en casa de mi hermano (a fin de cuentas eran compañeros de “quinta”). Su mujer, con mejor juicio que yo, le hizo un hueco en su casa; incluso creo que a veces cose con ella. Y le gusta mucho¡¡. Guarda en un cajoncito su correspondiente manual de instrucciones, en cuya primera página el fabricante aconseja en un curioso “Aviso importante” cómo “aprender a manejarla  mejor y más rápidamente”.


Cierto que no hace zig-zag, que no sobrehíla, que no enhebra de forma automática, que no hace ojales, que no es electrónica…, pero  sus piezas no conocen el plástico, son metálicas y duraderas, resulta consistente, estable, y sigue sonando de maravilla.


Pero además, y sobre todo, es la que durante años utilizó mi madre, y eso le confiere un valor especial.

¡¡Gracias Loly por conservarla!!




NOTA: Si tienes curiosidad en conocer algo sobre la historia de esta fábrica, puedes verla aquí.


11 ago 2014

Plumas y rayas

Este conjunto fue todo un flechazo: Lo ví, me encantó, encargué la tela de plumas y lo hice. Todo ello en un abrir y cerrar de ojos.






















El patrón de la camiseta es el número 30 de la Revista Ottobre 3/2014 -que para disfrute de todos ya la tenemos en castellano-.


Los leggings son el modelo Playttime dress, tunic+leggings de Oliver+S. Creo que he hecho al menos cinco modelos distintos a lo largo del invierno pasado, son muy fáciles de coser, no llevan más de cinco costuras.


Cuando lo recibió su destinataria consideró que quería estrenarlo con la abuela, de manera que lo guardó en su armario hasta que la ocasión se presentara: más de un mes de espera... pero al fin se lo puso y pude hacer fotos.







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Pero ahora todo tiene que ser doble, ya que la peque también ha salido reivindicativa, así que con los mismos tejidos hice este otro conjunto:




A diferencia de su hermana, nada más abrir el paquete se lo plantó, y parece que costó quitárselo...!!


Tejidos y patrones:

Tanto la revista Ottobre, como la tela de plumas y los patrones de Oliver+S, puedes encontrarlos en Telaria.


4 ago 2014

Lola Carrera

Desde que entré en la época de la adultez, siempre me recuerdo viviendo agarrada a dos tallas distintas: la parte de abajo siempre una más que la de arriba. 

Ello me suponía algunos problemas a la hora de vestir, de manera que mi vestuario se componía de suéters, camisas y camisetas, y por otro lado de faldas y pantalones. Vestidos: pocos, poquísimos, apenas alguno… Como mucho, conjuntos de dos piezas.

Y es que las marcas parecen olvidarse de las personas no-perfectas, o sea, de las “normales”.


Pero un día, ya en plena madurez, me encontré –en sentido figurado, claro- con Lola Carrera. Una diseñadora de Granada, según creo.


Lola Carrera cosía para los cuerpos que andamos por la calle todos los días sobrellevando nuestras “imperfecciones” y, mal que nos pese, acostumbrándonos a ellas: nuestros kilos de más, esa estructura corporal que nos fastidia en forma de pera, o manzana -cada vez más lejos del reloj de arena-, atentas siempre a esa dieta que no te prive de comer... Vamos, en un desafío constante a ese patrón de las pasarelas que nos imponían cuerpos escuálidos, de tallas por debajo de la 38, con modelos de rostro empalidecido que parecían estar permanentemente al-borde-del-desmayo.


En ese contexto, resultaba alentador que alguien cosíera pensando en mí, o sea: mujer de mediana edad, que había dejado atrás la “cinturita de avispa”, que cada gramo -léase kilo- que llegaba a mí se obstinaba en almacenarse siempre en el mismo sitio, y casi resignada a que llegado había el momento en que fácilmente vería los kilos venir, pero difícilmente partir…  (Alguien sabe de qué hablo...?)

























Durante más de una década mi armario fue absolutamente fiel a Lola.


Un simple vestido de calle podía ser
transformado en vestido para asistir a una boda
Estas rosas "vintage" ya forman
parte de otro vestido























No sabría definirlo bien, pero creo que su ropa era de una gama media en cuanto al precio: no eran especialmente baratos, pero sí asequibles, y yo solía proveerme en época de rebajas, en que los precios se reducían considerablemente.



De pronto empecé a tener vestidos. Los modelos me parecían airosos, bonitos y, sobre todo, cómodos, y las telas de una extraordinaria calidad: tejidos, estampados, coloridos que, según mí noticia, ella siempre elegía personalmente aquí y allá.


Algunas de esas ropas siguen incólumes después de bastantes temporadas; otras, más ajustadas se han visto relegadas por esa cuestión del tallaje, pero ahí las guardo amorosamente, porque algún día iré reciclando sus estupendas telas, y espero que vosotras las veáis.



Un día… me enteré  de que Lola Carrera cerraba su negocio, víctima –supongo- de los estragos de la crisis. Aún así, continuó cosiendo hasta agotar su stock de telas. En ese momento, en una de las visitas a mi tienda amiga, y como en un arrebato de lealtad final, me compré varias prendas de golpe a un precio bastante especial (y tengo que decir que me dolió pagar un bajo precio, aprovechando la situación de "liquidación por derribo"…).


Desde entonces, ya no me compro vestidos. Mi sentido de la fidelidad me lo impide, ¡ea!. Así que ahora me los hago yo misma.  Lola dejó de coser justo cuando yo empezaba...  ¡¡Así se van hilando las cosas¡¡